lunes, 8 de abril de 2013

En barco por el Amazonas

Recorrimos gran parte del Amazonas en barco. El primer trayecto lo hicimos de Iquitos a Santa Rosa, la frontera con Colombia y Brazil. Fueron dos noches en un barco llenísimo de gente. Había hamacas por todos lados, no se podía caminar. Cuando estábamos a punto de partir parecía que no entraba un alma más se subieron 18 haitianos jugadores de básquet. De más está decir que es noche mucha gente durmió incómoda. Los horarios de las comidas me volvieron loca: desayuno a las seis, almuerzo a las once y cena a las cuatro. Otro dato de color es que todo el mundo (pasajeros y tripulación) tira su basura al río.
El viaje de Tabatinga a Manaus fue totalmente distinto. El barco era más grande y estaba regulado dónde se podían colgar las hamacas. Era abierto así que podíamos disfrutar del paisaje en todo momento. Cuando llovía ponían un toldo. Despertar de cara a la selva amazónica fue de las cosas más lindas que vivimos. Los horarios de las comidas eran igual de locos en Perú pero había comedor y variedad de cosas para elegir.
Viajamos con Viktor y Albert (de Suecia), Helen (Escocia) y Madeleine (EEUU) en el denominado "pasillo gringo" (con excepción de nosotros). Charlamos, leímos, compartimos unas botellas de cachaca y observamos el paisaje.
Como último dato les cuento que Madeleine tiene un blog como el nuestro. Es una yanqui pelirroja divina, toda pecosa pero de padre brasilero. Estuvo recorriendo el continente y llenó su página de fotos y anécdotas muy lindas. La recomendamos.

Mi abuela

El 5 de abril viajamos de Guayaquil a Baños. Un camino jodido: lleno de curvas y en altura. A pesar de haberme tomado un dramamine me sentía para el culo.
A las tres horas de habernos subido al bus (faltaban cinco) me llamó mi mamá y me contó que mi abuela se había muerto.
La Cuti había tenido un accidente cerebro-vascular hace diez años y nunca se había recuperado del todo. En el 2011 (mientras yo mochileaba por Europa) tuvo otro y pasó el último año y medio en un geriátrico, sin poder comer, moverse o hablar. Requería la misma atención que un bebé y cada día parecía más deteriorada. Fue una situación horrible y la noticia de su muerte me dejó muy triste pero también me generó mucha paz. Ahora ello está mejor. De eso estoy segura.
Creo que lo mejor que puedo hacer por ella es recordarla en sus mejores momentos. Así que a continuación, una lista de recuerdos hermosos.
  • Los miércoles en los que siempre me cocinaba ñoquis.
  • El miedo a los sapos.
  • El amor que le tenía a sus mascotas, por más feas que fueran.
  • Cuando se disfrazaba de Papá Noel en el Sanatorio.
  • Mi abuela como mamá: las anécdotas de la infancia de mi viejo (cuando le soltó el halcón porque se había comido su canario, por ejemplo. Ella siempre lo negaba igual).
Los viajes no son perfectos. Eso se aprende en la marcha. Hay días hermosos y otros tristes. Quiero pensar que el final de este viaje es un poco de las dos.